La mañana prometía, eran las 9 y hacia un sol radiante, me calcé la ropa de romano y salí a dar una vuelta con mi nave a recorrer las carreteras del alto Turia.
Después de unos kilómetros paré a almorzar en Chelva, bocadillo de blanco y negro, no se resistió y el bar estaba atestado de ciclistas que lucían debajo del majot sus inmensas barrigas.
Después del café salí con destino a La Yesa, la temperatura empezaba a agobiar, demasiado calor el termómetro marcaba 32º, curvas y más curvas y muchos grupos de ciclistas, a la entrada de La Yesa miro hacia mi derecha, veo la fuente del Carmen con un lavadero y un abrevadero con un señor y su mulo bebiendo: “Vaya, estaría bien hacerles una foto” doy media vuelta y paro en la fuente sin quitar el contacto de la moto.
Antes de que me quitara el casco el hombre ya me saludó con un :“¡qué buen día hace pa ir en amoto, yo tenia una hace años”.
La verdad, no me imagino al señor este en moto; hablamos del tiempo, de que él había sido pastor toda su vida pero que a mi no me veía con pinta de tratar con ganado.
Le propuse hacerle unas fotos a él y a su acompañante (un mulo terco que nunca se había dejado montar) aceptó con la condición de que le hiciera llegar las fotos, y después de la sesión y un rato más de charla me dió su dirección, como no tenía papel y lápiz saqué el móvil, el hombre se extrañó de que se pudiera escribir en aquel cacharro.
Nos despedimos con un apretón de manos, yo subí a la moto y él siguió su camino tirando de las riendas de su mulo y... ¡sorpresa!, no me arranca la moto, me quedé sin batería ... oh! Dios ahora no, en medio de la nada.
El hombre volvió la vista atrás y vió que tenia problemas, desanduvo el camino y después de comentarle lo ocurrido me dijo que me esperara que iba al bar del pueblo y traería ayuda, ató al mulo a una rama y se fue dejándome a cargo del animal.
A los diez minutos apareció un coche con mi nuevo amigo Antonio y Vicente, un vecino del pueblo un poco más joven que él.
Colocamos los cables y arrancó; les agradecí mil veces el favor y cuando saqué del bolsillo 10€ para invitarlos por el favor, Vicente me dijo que él también había sido motero en su juventud y eso no se olvida (y recordé el anuncio de BMW.)
Antonio se me acercó y me dijo “Los amigos no se encuentran, se buscan y para algo somos amigos, no te olvides de enviarme las fotos”.
Claro que tendrá las fotos y si puedo se las llevaré en persona
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